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  • Writer's pictureUna dama limeña

Juanito y el buque escuela


Solo por saberme limeña sigo a través de muchos años el ambiente actual de mi capital, de mi gente, de lo que el paso del tiempo cambió y de todo aquello que me hizo y me hace feliz.


No se bien por qué hoy me dio por recordar mi barrio, San Isidro, y tres amigas de mi primer colegio, el de las monjitas americanas -yo acabé en el de las otras monjitas, las francesas-. Pues eso, las tres vivíamos en San Isidro y las tres veníamos de bendiciones, misas, rezos y, si bien recuerdo, de cantares en latín. Nosotras no éramos como las otras chicas. Se notaba a la legua nuestra alegría y ganas de vivir. Con nuestros uniformes de gala y de sport y esas tradiciones que ocupaban todo el día, fuimos creciendo cada vez más alertas y presentes para las fiestas, las reuniones, los aperitivos... Vivíamos todo muy natural y siempre muy atentas a las conocidas malas lenguas del barrio. Pero con picardía nos zafábamos divertidísimas.


Un día fuimos a la botica a pesarnos -no podíamos engordar-, cuando una de nosotras encontró en el suelo una tarjetita. La recogió, ni vio el nombre, solo recogió la tarjetita, sin importarle para quién era o para qué. La que se pesaba gritó, - ¡adelgacé, bravo! - y felices salimos. Al llegar a la esquina la curiosidad nos picó: ¿Y la tarjetita? La tarjetita era un tarjetón. Era una invitación para pasodobles, copas y picas, donde no faltaría, pues, la tortilla española y sabrosa, como todo el resto. Fácil adivinar dónde era, ¿no?, en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, ¿pues cómo no ir? ¡Es la madre patria que arribó!


Con nuestros vestiditos nuevos, muy adecuado para las señoritas, subimos las escaleras temblando por la recepción que recibiríamos. ¿Y si se dan cuenta? ¡Qué papelón! ¿Cómo pagaríamos esta osadía?¿Cómo nos escaparíamos? Qué despecho sería. Pues, ¡para qué! El capitán y el cadete ni vieron la tarjetita. Solo nos sonreían, amables, disforzados, indicándonos el camino.


Allí en la cubierta, un conjunto de uniformados simpáticos y guapos, encantados de ver peruanitas, lindas, no feas, festejaban a Juanito que feliz revoloteaba de flor en flor por todos los grupos presentes. Iba de aquí para allá y las picas y el pisco sour, nuestra bebida conocida y reconocida por deliciosa -¡cuidado que trepa!- y cuidándonos, claro, llegó la hora del adiós. Sin vacilar, partimos encantadas todas, ellos más aún, pero yo acabo no con Elcano ni con Juanito, que a fin de cuentas era Juan Carlos, el principito, sino con otro buque escuela, uno inglés, con el capitán Mountbatten a bordo. Me hubiera gustado, pero el buque vino sin él. Seguiré.

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4 Comments


patriciatsampayo
Jun 05, 2021

Aguardo con entusiasmo mas episódios!

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Rosa de Lima
Rosa de Lima
May 30, 2021

Que divertido! Eran otros tiempos. Que bueno que alguien nos pueda contar estas vivencias en primera persona. No puedo esperar para leer los próximos relatos.

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loftnest
May 28, 2021

¡Quiero saber más de la dama limeña!

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Una dama limeña
Una dama limeña
May 28, 2021
Replying to

No me apremien. Yo tengo mi método, así que paciencia. Primero voy a la peluquería, después un cafecito, una siestecita... Como ven mi agenda está repleta. Pero no se preocupen, les aseguro que habrá más. ¡Tengo tanto que contar!

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